Alumno aventajado de Julio Romero de Torres, Rafael Botí Gaitán (1900-1995) fue un reconocido músico y pintor cordobés que se refugió en Manzanares durante la guerra civil española. En esos años de barbarie, impartió clases en el instituto de esta ciudad y solo pintó un cuadro, un patio manchego que ahora, su familia, ha donado al Ayuntamiento manzanareño.
‘Patio manchego’, título de la obra, es un óleo sobre cartón de 25 x 30 centímetros que Rafael Botí pintó en Manzanares en 1938. Tal fue el afecto que el autor y su familia tuvieron por esta obra que nunca se desprendieron de ella. Ahora, tras la donación efectuada este miércoles por su hijo, Rafael Botí Torres, formará parte del patrimonio pictórico municipal y ocupará un lugar relevante de su colección de arte. De momento, se expondrá en el Gran Teatro junto a las obras del 44º Certamen de Artes Plásticas que hoy ha abierto sus puertas.
Esta donación se materializó en un sencillo y emotivo acto celebrado en el salón de plenos en presencia del alcalde, Julián Nieva, y del concejal de Cultura, Candi Sevilla, así como de quien actuó como catalizador de la misma, el investigador Antonio Bermúdez García-Moreno. Cuando trabajaba en la ampliación de la edición digital de su libro sobre la II República y la Guerra Civil en Manzanares encontró el nombre de Rafael Botí como profesor del instituto de la localidad. Entonces comprobó que se trataba del prestigioso pintor que da nombre a la fundación de artes plásticas de la Diputación de Córdoba y contactó con su hijo en Madrid.
El estallido de la Guerra Civil sacudió a Botí en Madrid. Tras estudiar en París fijó su residencia en la capital de España, donde seguía formándose y tocaba la viola en la Orquesta Filarmónica madrileña. Su casa ardió en un bombardeo y, junto a su familia, se refugió en Manzanares, donde su mujer tenía parientes. Vivió en la calle Virgen de la Paz y no tardó en encontrar trabajo como profesor de dibujo y bibliotecario en el instituto de Secundaria situado en la mansión de los marqueses de Salinas. Uno de sus alumnos fue el pintor manzanareño Francisco Clemente Maeso, según explicó Bermúdez.
Fue el propio investigador quien sugirió al hijo de Botí que esa única obra que su padre hizo en Manzanares volviera al lugar donde se pintó. La familia aceptó y decidió su donación al pueblo que les abrió las puertas en aquellos dramáticos años, reconoció con emoción Rafael Botí Torres.
Tras dos años y medio en Manzanares, Botí volvió a Madrid acabada la guerra e ingresó en la Orquesta Nacional de España. Y tras mucho tiempo sin exponer, con un estilo modernista que no encajaba en aquel momento, en 1959 relanzó su actividad pictórica, siempre experimental y logrando que su obra, muy cotizada, formara parte de prestigiosas pinacotecas y colecciones privadas.
El alcalde, Julián Nieva, agradeció la labor de Bermúdez y el altruismo de la familia Botí con la donación a la ciudad de esta obra de arte que tanto representa para ellos y que ahora se exhibirá en una ciudad que vive la cultura y apuesta por ella en todas sus facetas y ramas, destacó el primer edil.