La calle en la que se sitúa el polideportivo municipal de Manzanares lleva desde este viernes el nombre de Salvador Fernández-Pacheco, portero de fútbol que en los años 30 del pasado siglo jugó en Primera División en el Athlétic de Madrid y en el Real Madrid. Además, fue uno de los destacados en la gira que un combinado nacional realizó por Sudamérica en 1935.
Como ocurrió hace pocas fechas con la calle dedicada al empresario Miguel Bellido, el Ayuntamiento de Manzanares realizó este viernes un sencillo acto de reconocimiento a Salvador Pacheco con motivo de la instalación de la placa que desde ahora da el nombre de este destacado deportista manzanareño a tan transitada vía situada junto al campo de fútbol ‘José Camacho’ y al polideportivo municipal.
“Pretendíamos con este reconocimiento que todo el mundo recordase que fue una persona que dedicó lo mejor de su vida al deporte”, destacó el alcalde de Manzanares, Julián Nieva en su intervención, en la que apostó por seguir haciendo pedagogía con los nombres del callejero local.
Junto a una de las entradas del polideportivo, el alcalde destacó que se trata de una calle frecuentada por multitud de deportistas que a diario acuden a estas instalaciones municipales, de ahí que el equipo de gobierno que preside tuviera claro que debía llevar el nombre de Salvador Fernández-Pacheco para que su huella, a pesar de los años, no se borre de la historia del deporte local. Hasta la fecha, es el único futbolista manzanareño que ha jugado en la máxima categoría.
Al acto acudió una representación de la familia del homenajeado encabezada por sus nietos Jorge y Álvaro Fernández-Pacheco, que agradecieron este reconocimiento municipal que se hace a su abuelo como máximo exponente del deporte manzanareño. Aunque Salvador Pacheco se marchó a vivir a Madrid, siempre regresaba a Manzanares una vez al mes como mínimo para visitar a la familia y cumplir rutinas como la de cortarse el pelo “en el pasaje” y juntarse con sus amigos Juan ‘Barcas’, Jolopca y Don Emiliano.
Por enfermedad, Salvador Fernández-Pacheco no pudo cumplir su ritual de volver por Manzanares en sus últimos años de vida. Sin embargo, y a pesar de la demencia, los recuerdos de su pueblo permanecían imborrables en su memoria, expuso su nieto Álvaro, que expresó el orgullo de ser manzanareño.
Además de familiares y autoridades locales, el mundo del balompié manzanareño estuvo representado en este acto por miembros del Manzanares CF, entre ellos el también excancerbero Miguel Márquez; y por el Manzanares FS, con su presidente, Manuel del Salto.
‘Manitas de plata’
Salvador Fernández-Pacheco Fernández-Pacheco (1909-1996) se inició futbolísticamente en la Gimnástica de Manzanares y en el Manzanares Sporting. De aquí pasó al Manchego de Ciudad Real, al Castilla de Madrid y al Athlétic de Madrid, precedente del actual Atlético. Con este club jugó dos temporadas en Segunda División (32/33 y 33/34) y dos más en Primera (34/35 y 35/36), en las que según apunta Julio Jareño en su libro ‘El fútbol en Manzanares. Historia de una pasión. 1920-2020’, Pacheco fue “titular indiscutible”. En total, con los rojiblancos disputó 76 partidos.
El estallido de la guerra civil truncó la progresión de uno de los mejores porteros de la época. Terminada la contienda, en la temporada 1941/42, ya con 32 años, fichó por el Real Madrid, con el que solo disputó cinco partidos de liga y fue suplente de Marzá.
También le tocó competir en la época con el mítico Ricardo Zamora, lo que le privó de jugar con la Selección Española, en la que estuvo preseleccionado para disputar un partido en Londres. El elegido fue Zamora y recibió 7 goles de los ingleses.
‘Manitas de plata’, como apodaron a Pacheco por sus largos brazos y enormes manos, vivió su otro gran momento en 1935 en la gira sudamericana que realizó un combinado nacional con jugadores del Athlétic de Madrid y del Español de Barcelona. Jugaron en Argentina, Uruguay y Brasil y Pacheco fue el héroe de los españoles. Los medios de aquellos países lo calificaron como “el cierre metálico” o “la muralla imbatible”, afirmando incluso que “era mejor que Zamora”, cuenta Jareño en su libro.