Hasta 116 personas se beneficiaron durante 2020 del programa de educación de calle, un proyecto llevado a cabo por el Ayuntamiento a través de la asociación 'Pokhara' para ayudar a personas mayores que han desarrollado dependencia a una o varias sustancias tóxicas y que pueden presentar, además, indicadores de exclusión social.
Dos educadores de calle son los encargados de llevar a cabo este programa del Área de Servicios Sociales. Sus intervenciones están orientadas a promover el abandono del consumo de estas sustancias tóxicas, apoyando a estas personas emocionalmente durante el síndrome de abstinencia y acercándolas a recursos que trabajan la deshabituación por un lado y la incorporación social por el otro. “Se trata de un programa de ayuda muy especializado”, explica Prado Zúñiga, concejala de Servicios Sociales. “Emplea una metodología basada en la escucha activa, en el respeto, en la comprensión, en la participación, en la colaboración y en la coordinación. Porque no se juzga ni se etiqueta a las personas, sino que se les escucha, se les comprende y se les ayuda a alcanzar los objetivos marcados”.
El trabajo realizado por los responsables del programa se divide en tres áreas: personal (ofreciendo un acompañamiento integral a la persona drogodependiente para que se sienta motivada a dejar de consumir), familiar (ofreciendo orientación y asesoramiento especializado a su entorno familiar) y comunitaria (coordinando los recursos locales y provinciales que puedan intervenir en el proceso de trabajo con la persona drogodependiente).
Entre los colectivos con los que han trabajado los educadores de calle se encuentran personas mayores de edad dependientes de diferentes sustancias (alcohol, cannabis, cocaína e hipnosedantes), personas que se encuentran en los centros penitenciarios de Herrera de la Mancha y de Alcázar de San Juan o en grado 3 en centros de inserción social, mujeres drogodependientes que ejercen la prostitución a cambio de dosis de cocaína y heroína, jóvenes con juicios pendientes por delincuencia y tráfico de drogas principalmente, y personas que muestran otros factores de riesgo más allá de las drogodependencias (nulo autocuidado, baja calificación profesional, deterioro familiar grave, discapacidad, estigmatización territorial, etc).
“Si se quiere, se puede salir de las drogas”
Durante el año 2020, el programa de educación de calle prestó ayuda a 116 personas (68 hombres y 48 mujeres), 67 de las cuales presentaban drogodependencia. No con todas se trabaja al mismo nivel, pero los resultados son palpables: se ha conseguido que siete personas dejen de consumir, cinco de ellas con tratamiento ambulatorio y dos al ser internadas en un centro de deshabituación. “Es el mejor ejemplo de que si se quiere, se puede salir de las drogas”, apunta la edil.
La actividad del programa no cesó durante el confinamiento, sino que se adaptó a las restricciones sanitarias. El seguimiento de las personas que formaban parte del programa, en lugar de hacerse en la calle, se realizó de manera telefónica. “El apoyo emocional fue imprescindible para que pudieran quedarse en casa y no tuvieran el impulso de saltarse el confinamiento para obtener estas sustancias tóxicas”, detalla Zúñiga.
Las personas interesadas en obtener más información sobre el programa de educación de calle pueden ponerse en contacto con el Área de Servicios Sociales del Ayuntamiento.